martes, 15 de junio de 2010

Meditación

imagen flor

"Después de despedir a la gente"

subió al monte a solas para orar"
(Mt 14.23)
¿No se te ha ocurrido nunca pensar que sólo eres capaz de amar cuando
estás solo? Pero ¿qué significa amar? Significa ver a una persona, una cosa,
una situación. tal como realmente es, no tal como tú la imaginas, y
reaccionar ante ella como merece. No puedes amar lo que ni siquiera ves.
¿Y qué es lo que te impide amar? Tus conceptos, tus categorías, tus
prejuicios y proyecciones, tus necesidades y apegos, los "clichés" que tú
mismo has elaborado a partir de tus propios condicionamientos y experiencias
pasadas. Ver es la más ardua tarea que un ser humano puede emprender.
porque requiere una mente alerta y disciplinada, mientras que la mayoría de
la gente prefiere ceder a la pereza mental antes que tomarse la molestia de
ver a cada persona y cada cosa de un modo siempre nuevo, con la novedad
de cada momento.
Liberarte de tus condicionamientos para poder ver es bastante difícil. Pero el
ver te exige algo aún más doloroso: liberarte del control que la sociedad
ejerce sobre ti; un control cuyos tentáculos han penetrado hasta las raíces
mismas de tu ser, hasta el punto de que liberarte de él es tanto como
despedazarte.
Si quieres comprenderlo, piensa en un niño al que se le inocula el gusto por la
droga. A medida que la droga penetra en su cuerpo, el niño se va haciendo
adicto, y todo su ser demanda a gritos dicha droga. Llega un momento en
que la falta de la droga le resulta tan insoportable que prefiere morir.
Pues bien, esto es exactamente lo que la sociedad hizo contigo cuando eras
un niño. No te estaba permitido disfrutar del sólido y nutritivo alimento de la
vida: el trabajo, la actividad y la compañía de las personas y los placeres de
los sentidos y de la mente. Se te hizo tomar afición a unas drogas llamadas
"aprobación". "aprecio", "éxito". "prestigio", "poder"... Una vez que les
tomaste el gusto, te hiciste adicto a ellas y empezaste a temer la posibilidad
de perderlas. Sentías terror con sólo pensar en los fallos, en los errores o en
las críticas. De modo que te hiciste cobardemente dependiente de los demás
y perdiste tu libertad. Ahora tienen otros el poder de hacerte feliz o
desdichado. Y, por más que detestes el dolor que ello supone, te encuentras
completamente desvalido.
No hay un solo minuto en el que, consciente o inconscientemente, no trates
de sintonizar con las reacciones de los demás, marchando al ritmo de sus
exigencias. Cuando te ves ignorado o desaprobado. experimentas una
soledad tan insoportable que acudes de nuevo a los demás mendigando el
consuelo de su apoyo, su aliento y sus palabras de ánimo। Vivir con los

demás en este estado conlleva una tensión interminable: pero vivir sin ellos
acarrea el agudo dolor de la soledad. Has perdido tu capacidad de verlos con
toda claridad tal como son y de reaccionar adecuadamente ante ellos, porque,
en general. tu percepción de ellos está oscurecida por tu necesidad de
conseguir la "droga".
La aterradora e ineludible consecuencia de todo ello es que te has vuelto
incapaz de amar nada ni a nadie. Si deseas amar, has de aprender a ver de
nuevo. Y si deseas ver, has de renunciar a tu "droga". Tienes que arrancar de
tu ser esas raíces de la sociedad que se te han metido hasta los tuétanos.
Tienes que liberarte de ellas. Externamente, todo seguirá como antes, y tú
seguirás estando en el mundo, pero sin ser del mundo. E internamente serás
al fin libre y estarás absolutamente solo. Es únicamente en esa soledad, en
ese absoluto aislamiento, como desaparecerán la dependencia y el deseo y
brotará la capacidad de amar, porque ya no verás a los demás como medios
de satisfacer tu adicción.
Sólo quien lo ha intentado conoce el terror de semejante proceso. Es como si
te invitaran a morir. Es como pedirle al pobre drogadicto que renuncie a la
única felicidad que ha conocido y la sustituya por el sabor del pan, la fruta, el
aire limpio de la mañana y el frescor del agua del torrente, mientras se
esfuerza por hacer frente al síndrome de abstinencia y al vacío que
experimenta en su interior una vez desaparecida la droga. Para su
enfebrecida mente, nada que no sea la droga puede llenar ese vacío. ¿Puedes
imaginar una vida en la que te niegues a disfrutar de una sola palabra de
aprobación y de aprecio o a contar con el apoyo de un brazo amigo; una vida
en la que no dependas emocionalmente de nadie, de manera que nadie tenga
ya el poder de hacerte feliz o desdichado; una vida en la que no necesites a
ninguna persona en particular, ni ser especial para nadie, ni considerar a
nadie como propio? Hasta las aves del cielo tienen nidos, y los zorros
guaridas, pero tú no tendrás dónde reposar tu cabeza a lo largo de tu
travesía de la vida.
Si alguna vez llegas a ese estado, al fin sabrás lo que significa ver con una
visión despejada y no enturbiada por el miedo o el deseo. Y sabrás también lo
que significa amar. Pero para llegar a esa región del amor deberás soportar el
trance de la muerte, porque amar a las personas supone haber muerto a la
necesidad de las mismas y estar absolutamente solo.
¿Cómo se llega ahí? A base de un incesante proceso de concienciación... y
con la infinita paciencia y compasión que deberías tener para con un
drogadicto. También te ayudará el emprender actividades que puedas realizar
con todo tu ser; actividades que de tal manera te guste realizar que, mientras
te ocupas en ellas, no signifique nada para ti ni el éxito ni el reconocimiento
ni la aprobación de los demás. E igualmente útil te será volver a la
naturaleza: despide a las multitudes, sube al monte y comulga
silenciosamente con los árboles y las flores, con los pájaros y los animales,
con el cielo, las nubes y las estrellas. Entonces sabrás que tu corazón te ha
llevado al vasto desierto de la soledad, donde no hay a tu lado absolutamente
nadie. Al principio te parecerá insoportable, porque no estás acostumbrado a
la soledad. Pero, si consigues superar los primeros momentos, no tardarás en
comprobar cómo el desierto florece en amor. Tu corazón romperá a cantar, yserá primavera para siempre.


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